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domingo, 27 de mayo de 2012

La muerte del G8



Por. Basem Tajeldine

Las recientes cumbres del G8 (Camp David, EE.UU.) seguida por la de la OTAN (Chicago, EE.UU.) culminaron con muchas más diferencias, incertidumbres y  “promesas” que acciones concretas y de unidad. La crisis estructural del capital: los déficit fiscales en EE.UU. y Europa, las deudas crecientes (internas y externas), los desvalances comerciales a favor de China, la guerra en Afganistán no hallaron respuestas ni políticas comunes entre los participantes de ambos eventos.  El tema sobre el creciente desempleo en los países del G8 ni siquiera se tocó. El desempleo y el hambre no importa para las grandes economías mundiales. 

El nuevo presidente francés Francois Hollande fue la manzana de la discordia en ambas cumbres cuando mostró su oposición a los recortes presupuestarios propuestos por el clan “Merkozy” (Merkel-Sarkozy) y el FMI y de mantener las tropas francesas en Afganistán hasta finales del 2014. El socialdemócrata Hollande aspira cumplir su promesa de “crecimiento” sin recortes y retirar las tropas de Afganistán a finales de este mismo año.

Los grandes medios internacionales no se hicieron eco de aquella verdad. Se prestaron, como es costumbre, para disfrazar las contradicciones que siguen en ascenso dentro del G8. Los falsos abrazos y desacuerdos no se filmaron. El grupo de los 8 países más industrializados del mundo (G8) comienza a carecer de importancia frente al surgimiento de nuevos bloques regionales económicos-políticos como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Hollande plantea una política más independiente de Francia y se inclina por el G20 donde participan los países del BRICS. El G20 será en adelante el más importante espacio de consensos y divergencias entre las potencias capitalistas. El G8 está condenada a la muerte.  


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