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miércoles, 25 de mayo de 2011

Los enemigos del pueblo sirio

Basem Tajeldine

El pueblo sirio y su gobierno se encuentran hoy ante un dilema difícil de resolver. Es complejo entender el conflicto en Siria, en gran medida, porque en el se conjugan múltiples factores y enemigos (externos e internos) y otros propios de su Estado. En ocasiones el peor enemigo se encuentra dentro.
 
Siria, cuna de la civilización árabe, ha sido desde siempre el bastión más importante de la resistencia árabe que ha mantenido en alto las banderas del panarabismo y del antiimperialismo. Muchos pensadores coincidimos en la idea de que la caída del gobierno sirio representaría, sin lugar a dudas, el extravío de esas banderas, la perdida del bastión más importante por el cual hoy se nutre la resistencia popular del Líbano (el Hizballah, el PCL, entre otros) que hace frente a Israel y a los Estados Unidos. Por otro lado, con Siria destruida, el imperialismo prepararía mejor el terreno para la guerra contra Irán. 

La ofensiva que hoy enfrenta el gobierno sirio de Bashar Al Asad es quizás la más complicada de toda su historia. En el actual conflicto sirio se mezclan todos los factores que antes su gobierno enfrentaba por separados: la agresión de Israel-EE.UU.; la disputa del poder con los sunitas (ellos siempre han reclamado el poder por ser mayoría en Siria); la crisis internacional del capital que repercute con mucha fuerza en la periferia del sistema capitalista mundial con la especulación en los precios de los alimentos y el desempleo; la intromisión de los sauditas (los wajabistas apoyan la división de Siria con la creación de un Emirato en la ciudad de Daraa);  la pretensión de un sector político de crear en la región de Deir El Zor un Comité Nacional de Transición inspirado en los mercenarios libios y apoyados por EE.UU., desde Irak; las conspiración del exvicepresidente sirio, Abdel Halim Kaddam quien en el pasado jugo al derrocamiento del gobierno sirio; la venganza de su tio, Refat Al Asad, por ser excluido del poder; los mercenarios (armados por Israel, EUA, Jordania y Arabia Saudita). Pero también existe otro factor no menos importante, y muy poco analizado, que influye significativamente en el descontento y las movilizaciones del pueblo sirio. Es la anticultura del irrespeto a la dignidad humana que se manifiesta en los excesos cometidos por parte de las fuerzas de seguridad del Estado sirio, particularmente de la infame policía secreta conocida como el Mujabarad.  

Si bien es cierto que Siria vive en estado de guerra con Israel, y que por ello necesita de un robusto servicio de inteligencia (del Mujabarad) para hacer frente a las acciones terroristas de esa entidad genocida, en ocasiones, ese instrumento de seguridad termina superponiéndose al resto de las estructuras del Estado e incluso termina sometiendo al gobierno. Su accionar se hace incontrolable. En ocasiones los abusos de los cuerpos de seguridad contribuyen como detonante de la rebeldía de los pueblos.

Hoy el Mujabarad se suma también a la lista de los enemigos más letales que hacen frente al gobierno sirio. Esa infame y no menos estúpida organización ha jugado también un papel desestabilizador del gobierno sirio. Si habrá de juzgar al gobierno sirio por algún error, y sólo por eso, será quizás por haber dejado en sus manos de sus fuerzas de seguridad la acción que en muchos casos pudo manejarse a través de la gestión del partido de gobierno (el Baths) y los partidos de la coalición (entre ellos el partido Comunista Sirio que históricamente ha apoyado al gobierno sirio de forma crítica, pero sin vacilación) e implicando también a los clérigos más respetados por las diversas comunidades que componen a Siria.

Nos preguntamos ¿Cómo explicaría el Mujabarad la aparición de tanto armamento en manos de grupos mercenarios? ¿A qué se ha dedicado en todo este tiempo?

El gobierno sirio debe evitar, como de lugar, que la torpeza de su Mujabarad le abra otros frentes innecesarios y muy perjudiciales políticamente. Para ello debe enfrentar, limitar y castigar los excesos producidos por ese órgano en algunos lugares del país, y a la vez, persuadir al pueblo de que su verdadero enemigo (el imperialismo y el sionismo internacional) está aprovechando la confusión y la rabia también desatada por culpa de esos cuerpos para destruir al país.

El gobierno sirio debe tener mucho olfato político para encontrar las vías de salida a esta terrible encrucijada. De resultar victorioso, el gobierno sirio, y su pueblo conciente de que la verdadera lucha reside contra el imperialismo y el sionismo, le habrán regalado al mundo una gran lección de unidad y conciencia política. Para ello, necesariamente, el presidente sirio Bashar Al Asad deberá comprender que en algunas regiones del país prima la acción política y no la militar, con la movilización de todos los factores políticos que tengan influencia y liderazgo en el pueblo y, a la vez, acelerar las reformas políticas y económicas que exige el momento histórico. También Bashar deberá comprender que las genuinas banderas del socialismo árabe deben ser nuevamente desempolvadas y levantadas con fuerza. Siria debe ser salvada por sus verdaderos y más concientes hijos y por la solidaridad internacional.
       

¿Estamos en presencia del cuarto Reich?

Entre el fascismo y las posibilidades revolucionarias

Basem Tajeldine

La pregunta que ordena a este artículo puede resultar fácil de responder para los políticos apologistas de derecha quienes, desde luego, lo niegan, pero también para la izquierda quienes afirman que el fascismo no sólo ha tocado a nuestra puerta, sino que ya está adentro. Lo cierto, es que el mundo ha entrado en una fase muy peligrosa para toda la especie humana, pero esta no es irreversible. Escribió el Comandante Fidel Castro en su última reflexión que “mientras exista la vida de nuestra especie, toda persona tiene el deber sagrado de ser optimista”, y es así, porque siempre un revolucionario tiene por convicción el optimismo.  

En Libia, en medios de los intensos bombardeos de la OTAN sobre su asediada capital, Trípoli, y la limitada conexión a Internet, pude encontrar un momento libre para reflexionar sobre otros temas distinto al día a día, un poco más teórico, al toparme con una interesante reflexión publicada por la página Web lahaine.org el día 20/5/2011, escrita por William I. Robinson, titulada: El capitalismo global y el fascismo del Siglo XXI”. En el escrito su autor llega a una interesante conclusión, analizando algunas ideas y argumentándolas con algunos buenos ejemplos, nos dice: “No se puede calificar actualmente de fascista al régimen de EE.UU. No obstante, todas las condiciones y procesos están presentes y se propagan”. Pero, por esta conclusión a la que llega Robinson también se podría desprender otra, y es que, siendo más consecuentes con el optimismo que inspira el compañero Fidel Castro podemos decir que, al mismo tiempo, se están generando las condiciones para posibilidades revolucionarias en los centros capitalistas del mundo. Las grandes movilizaciones en España y Grecia dan muestra de ello.

En el escrito de Robinson se desprende la idea de que la condición fundamental para la reaparición del fascismo en el mundo esta dada, pues, el capitalismo global está en crisis y ninguno de sus apologistas teóricos-economistas ha sabido plantear salidas dentro de su propia lógica y estructura. Pero claramente evita signar al imperialismo contemporáneo de fascista. Aunque el referido autor sólo se dedica a estudiar el fascismo en las políticas del imperialismo –por ser el centro más importante del capital global-, comete el error al omitir mencionar de que este fenómeno se ha expresado con toda claridad, y por más de 60 años, en eso que llaman Israel (entidad genocida que ocupa a Palestina).

Es correcta la idea de que el capitalismo en crisis se vuelve mucho más violento. Algunos lo asemejan a un animal acorralado y herido que agrede por temor e instinto de sobrevivencia. La violencia del capital en crisis es su acto de sobrevivencia. La historia nos recuerda que la aparición del fascismo en Italia y España, con las personalidades de Mussolini y Franco al frente de esos Estados fue, en parte importante, el resultante de la crisis económica mundial del capitalismo desatada en el año 1929, y que su variante gemela, el nazismo alemán de Adolfo Hitler, fue también producto de esa misma crisis y del humillante tratado de Versalles al que fue sometido Alemania luego de su derrota en la Primera Guerra Mundial. Como sabemos, la crisis capitalista desatada en esos años (29 y 30 del siglo pasado) fue saldada en la Segunda Guerra Mundial con la muerte de más de 50 millones de personas, la destrucción de todas las fuerzas productivas europeas y la reconstrucción de las mismas en un periodo que se extendió hasta la aparición de una nueva crisis económica en los años 70, atenuada por el “neoliberalismo”, pero no saldada hasta el día de hoy. Muchos pensadores y analistas entienden que finiquitar esta nueva crisis capitalista requeriría, necesariamente, de un nuevo periodo de muertes, destrucción y reconstrucción de nuevas fuerzas productivas.       

Desde luego, no existe política social alguna, estilo de gobierno, etc., que posea una inspiración u origen propio, apartado de la realidad y traído de la abstracción por algún genio o esquizofrénico. Mussolini, Franco y Hitler fueron productos de las realidades de sus países en esos momentos tan fúnebres que la historia recuerda. Ellos actuaron según la lógica del sistema para salvar sus propias economías, con mano de hierro y sangre, combinando modelos económicos. Aunque sus estilos de gobierno eran también muy propios de esos personajes, la naturaleza del sistema capitalista potenciaba sus características más funestas y criminales. Las salidas a la crisis del capital planteada por aquellos fascistas y nazistas pretendían asegurar el mantenimiento a una casta social al frente del poder económico, un relativo “bienestar social” sólo para sus pueblos (la raza “aria”) a costa del robo, explotación y muerte del resto de los pueblos del mundo.   

La crisis de las ideas, moral, valores y principios de una sociedad son producto de la realidad misma o del estado al que ha degenerado el, de por sí, perverso sistema capitalista hoy. La violencia y los antivalores son la naturaleza del capital, así como la segregación, el racismo y la explotación del hombre por el hombre son parte también de su propia lógica que antepone los intereses de una clase social, élite o grupo social, por sobre toda la sociedad y los pueblos. Los trabajadores han sido transformados en objetos que fungen como piezas de la gran maquinaria reproductora del capital. Para el capitalista representan simples “valores de cambio”. Cuando estorban, simplemente se desechan o matan. El capital es el verdadero Dios venerado por la burguesía. Es el objeto mismo transformado en “sujeto”. Los trabajadores, y los pueblos en general, son sometidos por el capital o están condenados a desaparecer. La ira del Dios capital (en crisis) es el fascismo o el nazismo. Es así como se entiende que la crisis que enfrenta actualmente el sistema capitalismo mundial tiene sus repercusiones en las características políticas: en las ideas, antivalores e inmoralidad que definen hoy al imperialismo. Las guerras y la destrucción de las fuerzas productivas, la limpieza étnica (en palestina), el desempleo, los recortes salariales, etc., son las necesidades del sistema capitalista hoy. La paz es su entierro.

William Robinson profundiza un poco en esta idea y nos dice que:
“El capital transnacional emergente vivió una gran expansión en los años ochenta y noventa, implicando una hiperacumulación mediante nuevas tecnologías como ordenadores y la informática, mediante políticas neoliberales y nuevas modalidades de movilización y explotación de la fuerza laboral global –incluyendo una vuelta masiva de acumulación primitiva, desarraigo y desplazamiento de cientos de millones de personas, especialmente del Tercer Mundo, que se han convertido en emigrantes internos y transnacionales (…) A finales de los años noventa, el sistema entró en una crisis crónica. La fuerte polarización social y el aumento de la desigualdad ayudaron a generar una grave crisis de acumulación excesiva de capital. La extrema concentración de la riqueza del planeta en manos de unos pocos y el acelerado empobrecimiento y desposeimiento de la mayoría, incluso obligó a los participantes en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos a reconocer que la brecha entre ricos y pobres en todo el mundo es “el desafío más serio en el mundo” y “plantea el espectro de una inestabilidad mundial y de guerras civiles”.
“Las desigualdades globales y el empobrecimiento de amplias mayorías significan que los capitales transnacionales no pueden encontrar salidas productivas para descargar las enormes cantidades de excedentes que han acumulado. En el Siglo XXI, la CCT se ha vuelto a varios mecanismos para sustentar la acumulación global, o la obtención de beneficios, ante esta crisis”.
“Uno es la acumulación militarizada: lanzar guerras e intervenciones que producen ciclos de destrucción y reconstrucción y generan inmensos beneficios para un complejo militar-carcelario-industrial-de-seguridad-financiero en continua expansión (…) Un segundo mecanismo es el asalto y saqueo de los presupuestos públicos. El capital transnacional utiliza su poder financiero para tomar el control de las finanzas del Estado y para imponer más austeridad a la mayoría trabajadora, lo que lleva a todavía más desigualdad social y penurias. El imperialismo ha utilizado su poder estructural para acelerar el desmantelamiento de lo que queda de las condiciones de salarios y prestaciones sociales. Y el tercero es la frenética especulación financiera a escala mundial –convertir la economía mundial en un gigantesco casino-.”

Y con referencia al fascismo del siglo XXI, más adelante Robinson expresa que:
Un fascismo del Siglo XXI no puede parecerse al fascismo del Siglo XX. Entre otras cosas, la capacidad de los grupos dominantes de controlar y manipular el espacio y de ejercer un control sin precedentes sobre los medios de masas, los medios de comunicación y la producción de imágenes y mensajes simbólicos, significa que la represión puede ser más selectiva (como vemos, por ejemplo, en México o Colombia) y también organizada jurídicamente de manera que el encarcelamiento masivo “legal” toma el lugar de los campos de concentración. Además, la capacidad del poder económico de determinar los resultados electorales permite que el fascismo del Siglo XXI emerja sin una ruptura necesaria en ciclos electorales y el orden constitucional”.

Mientras William Robinson piensa que las condiciones para el fascismo en el Siglo XXI ya se están gestando, y hoy se muestra muy cuidadoso al utilizar ese término para signar al imperialismo, a diferencia del compañero Robinson, creo que el fascismo del Siglo XXI es un hecho muy evidente, sólo que se expresa de forma cínica y disfrazado de “humanitario” y “antiterrorista”, o ¿Cómo se puede explicar el genocidio del pueblo palestino e iraquí? ¿Cómo explicar la muerte de cerca de 2 millones de iraquíes (según la agencia de sondeo británica ORI, 2007) en nombre de la democracia y la lucha contra el terror? ¿Cómo explicar los actuales bombardeos sobre la capital de Libia, Trípoli, y otras ciudades, que han matado a civiles inocente en nombre de una “guerra humanitaria” que pretendía salvarlos?     

Por otro lado, en varias reflexiones anteriores he manifestado la idea de que la crisis capitalista mundial que estalló en los países del centro ha producido sus primeras victimas en el eslabón más débil de la cadena del sistema, provocando rebeliones revolucionarias en la periferia capitalista (Túnez, Egipto y en otros países árabes). También he dicho que más temprano que tarde las rebeliones populares llegarían a tocar las puertas mismas de los países del centro capitalista. La agresión de la OTAN contra los pueblos de Libia, Siria, Afganistán, Irak y otros, ahora cuentan con una esperanza de paz. Los pueblos europeos rebeldes tienen en sus manos la fuerza necesaria para obligar a sus gobiernos a detener la guerra contra esos países.

Las movilizaciones en Europa abren también una nueva oportunidad a la acción política de los partidos de izquierda para influenciar e estimular a los movimientos populares europeos proponiendo un programa revolucionario que vislumbre una salida clara y creíble a la crisis del capital. Las tendencias fascistas en los centros capitalistas podrían ser golpeas. El fascismo también encuentra hoy una oportunidad para imponerse en Europa nuevamente o sucumbir ante las rebeliones populares.

De extenderse las movilizaciones populares por toda Europa (Francia, Italia y Reino Unido) sus gobiernos tendrán que concentrar sus fuerzas en lo interno para evitar revoluciones. Aquí el dilema planteado por el comandante Fidel: estará la OTAN dispuesta a bombardear a esos países por la represión que desatarían sus gobiernos que hoy yacen acorralados por sus pueblos.    

Las rebeliones populares en Europa que han comenzado a extenderse por Grecia, España Portugal y posiblemente Francia y Reino Unido obligarían a sus gobiernos a virar sus ojos hacia dentro de sus propias fronteras.       

martes, 17 de mayo de 2011

Al-Jazzera terror!!!

Basem Tajeldine

Nunca antes los pueblos árabes y el mundo entero habían experimentado tanto bombardeo mediático. Las bombas que hoy son más empleadas por el imperialismo norteamericano y el sionismo internacional contra los pueblos árabes, no son precisamente las que están destrozando y mutilando los cuerpos de sus principales victimas: las mujeres, jóvenes y niños palestinos en Gaza y Cisjordania, o en toda Libia; no son precisamente las centenares de bombas de racimo, fósforo blanco o los misiles “inteligentes” compuestos con uranio empobrecido lanzados sobre objetivos civiles en esos pueblos. No. Las bombas y misiles que más daño ocasionan a todos los pueblos en el mundo son precisamente las bombas mediáticas que son diseñadas en los más oscuros laboratorios del imperio, y cuyo propósito está dirigido a destruir la verdad sobre lo que hoy acontece en esos países, para no sólo ganarse la opinión publica mundial, sino también para manipular a los pueblos árabes.

Las bombas mediáticas imperiales son silenciosas, pero muy efectivas, y no paran de lanzarse a través del espectro radioeléctrico y la Internet cuyas tecnologías y espacio monopolizan. Esas bombas no destrozan cuerpos humanos, pero si las mentes de todos los pueblos. Es la manipulación de los pueblos a través de falsas y repetidas informaciones manipuladas para destruir la conciencia de los pueblos, sus verdaderas luchas y exigencias, en pro de los intereses del gran capital.

No existen dudas de que el canal de noticias Al-Jazzera, televisora de capital estatal qatarí –y de otros capitales privados extranjeros-, se ha convertido en un formidable instrumento de manipulación al servicio del imperialismo norteamericano y del sionismo internacional. Su señal, que posee el Rankin más alto en todos los países árabe, ha logrado lo que ningún otro medio ha podido hacer contra los gobiernos soberanos. Es importante recordar que el Emirato de Qatar se ha asegurado un importante negocio con la comercialización del petróleo libio extraído de los puertos hoy controlados por los mercenarios libios mal llamados “rebeldes”. Por otro lado, la manipulación de Al-Jazzera no se limita sólo a Libia, sino contra otros pueblos árabes que hoy sufren de semejante conspiración también de origen foráneo. Es el caso del gran complot orquestado por los Estado Unidos e Israel, a través de mercenarios armados por ellos mismos, contra el gobierno y el pueblo sirio. La televisora Al-Jazzera ha dedicado días enteros de programación con opiniones parcializadas contra el gobierno de ese país, y a favor de los grupos mercenarios, transmitiendo imágenes de origen desconocido de personas heridas y muertas en los enfrentamientos registrados entre los grupos mercenarios y las fuerzas del Estado sirio. También AL-Jazzera hace lo mismo con los pueblos de Egipto y Túnez, cuando trata de desviar la atención de eso pueblos sobre la revolución recientemente producida en esos países, en problemas sectarios y origen religioso que parecen inducidos por los servicios secretos extranjeros (CIA y el MOSSAD) para ese propósito.  
    
La acción de Al-Jazzera recuerda al infame canal privado “venezolano” Globovisión, mejor conocido como Globo-terror. Falsas informaciones, entrevistas y análisis parcializados, mentiras repetidas hasta la saciedad, etc., emplean el mismo formato y táctica goebeliana de repetir una mentira mil veces para hacer creer que es “verdad”.      

lunes, 16 de mayo de 2011

De Túnez rebelde a Libia resistente


Por. Basem Tajeldine

Dicen que la primera victima de una guerra es la verdad, pero en las confrontaciones bélicas contemporáneas caracterizadas por la asimetría armamentística, la falta de motivos valederos y la fuerte incidencia política de la opinión pública, este axioma se magnifica. Hoy resulta casi imposible discernir y disertar con seriedad sobre muchos hechos que afectan a los pueblos sin contar con la experiencia de haber vivido en carne propia, al menos por un tiempo, aquellos hechos. Quienes ejercen la tarea de analizar o de informar sobre algún acontecimiento tienen la obligación ética y moral de buscar la información de primera mano y no de terceros. Sin conocer de cerca al país agraviado y las características culturales de su gente, el análisis de cualquier investigador que se apellide como “intelectual” puede resultar vulgar y carecer de todo sentido de la realidad. Se hace chucuto o inútil para la comprensión del lector. En ocasiones, para que un análisis político de un país cualquiera en conflicto, y particularmente de los países árabes (todos los ubicados en el norte de África y Asia) sea lo más cercano a la realidad, requiere del conocimiento profundo de la cultura de esos pueblos. También el contacto directo es fundamental.

Hasta el día de hoy se ha escrito mucho sobre la famosa guerra de cuarta generación o guerra mediática diseñada por el imperialismo, y ajustada en sus laboratorios de acuerdo a las particularidades que cada país. El imperialismo sabe que para el mantenimiento de su hegemonía y control sobre los pueblos, y dominar a sus victimas, la manipulación psicológica, el miedo y la transculturalización cumplen un rol fundamental. La manipulación mediática o, mejor dicho, la contaminación mediática de los pueblos (tanto de los agresores, como de los agredidos) contribuye a minimizar las perdidas políticas y a ganar voluntades en pro de los siempre ocultos intereses y fines económicos de las transnacionales beneficiadas. Y es así como en la actual guerra contra un supuesto “terrorismo”, o contra un “déspota que asesina a su pueblo”; o las “intervenciones humanitarias, etc., sirven al imperialismo para disfrazar sus verdaderos intereses y objetivos “benévolos” que buscan instaurar en el mundo su tan prostituta “democracia” y “libertades”. Si, la democracia de la burguesía (parasita o monopólica) y la libertad de esta para que sus transnacionales roben y asesinen a todos los pueblos del mundo sin barreras alguna que lo impida. Antes de que los misiles denominados “inteligentes” -pero maniobrados por idiotas-, y que contienen uranio empobrecido, caigan sobre los pueblos, y que las bombas de racimo o de fósforo blanco sean arrojadas indiscriminadamente sobre todos, y todas; antes de que esas armas hayan provocado sus primeras victimas civiles y militares, ya las transnacionales de la información tuvieron que haber matado la verdad.

Por ello decidí viajar a Túnez y Libia, arriesgando mi propio pellejo, para hurgar en sus realidades, palpar y encontrar la verdad sin que nadie me lo cuente. Las vicisitudes por las que hoy atraviesan esos pueblos hermanos deben y tienen que sentirla en carne propia los investigadores y comentaristas antes de emitir su opinión. Naturalmente, la experiencia propia también permite moldear un criterio propio y mucho más amplio. El estudio presencial de esas realidades permite enriquecer el análisis y facilitar la comprensión de mis lectores. Como investigador siento el deber moral y ético de obtener, en lo posible, las informaciones de fuentes serias y de primera mano. Nada puede ser más enriquecedor que interactuar directamente con las personas afectadas y que forman parte de esos pueblos árabes; los que viven el día a día y sienten con mucho dolor y pesar los hechos que los afectan. Compartir sus alegrías y el dolor, en otros casos, entrever la determinación de los que luchan y piensan morir por lo que creen, hace sentir a uno reconfortado y parte de ellos.

En búsqueda de esa experiencia que brinda la vivencia propia, pero también con el deseo de sensibilizarme aun más con los problemas que hoy aquejan a los pueblos árabes, llegue a Túnez el día 6 de mayo de 2011 y desde entonces he iniciado un recorrido desde ese país hasta llegar a Libia, el que he planeado terminar el día 24 del presente mes.

Es sabido que los pueblos árabes no han tenido un siglo de paz. Todos los imperios han tenido que ver con sus tierras. En principio por su ubicación geopolítica (el Medio Oriente entre Europa y Asia) y el espació geo-económico que ha distinguido a esas tierras árabes.

Las políticas y crímenes del imperialismo hoy, o mejor dicho, la “ética y moral” que caracteriza al imperialismo hoy se diferencian poco de la que caracterizaba a los imperios de la antigüedad. El dominio de la ciencia y la tecnología contemporánea lo ha hecho más letal. Mientras que en la antigüedad los objetivos de todos los imperios (el romano, persa, mongol, otomano, etc.) centraron sus políticas y objetivo por el dominio de los territorios árabes en razón de su expansionismo y el control de la famosa “rutas de la seda” y de productos elaborados y llevados a Europa desde el Asia oriental (particularmente desde China a Europa) que era controlado por los mercaderes árabes. Hoy los objetivos del imperio norteamericano en esos territorios se circunscriben en el control de su mercado (el neocolonialismo) y la confiscación de las inmensas riquezas petroleras que yacen bajo los desiertos árabes.

Para analizar con seriedad y comprender en profundidad los conflictos del mundo árabe que hoy tanto resaltan las transnacionales de la información de una manera muy tergiversada, es necesario remitirse a su historia para así conocer las claves del presente. Pero también es necesario divisar y conocer la relación que guardan los conflictos árabes con la crisis económica-sistémica que afronta el imperialismo hoy. Sólo así podríamos entender el por qué de la agresión y desespero de Occidente por intrometerse en los asuntos internos de los países árabe hasta llegar a declarar la guerra, bajo falsos justificativos, sin antes hacer uso de los mecanismos diplomáticos para la resolución de los conflictos internos, tal como establece la propia Carta Democrática de Naciones Unidas. Comprendiendo el fondo de los conflictos, quizás muchos se llevarían una gran sorpresa al descubrir los intereses ocultos tras el fariseo apoyo que presta el imperialismo a algunas rebeliones (como en Libia y Siria) y el silencio de este frente a otros tiranos que continúan asesinando a su pueblo (como en Yemen, Qatar, Baherem, Marruecos, Jordania, entre otros).

Aunque algunos sean victimas de la hábil manipulación mediática (matriz de opinión) de las transnacionales privadas de la información –es el caso del infame canal de noticias árabe Al-Jazzera- y en las interesadas apreciaciones superficiales que hacen varias mentes tarifadas, que tratan de signar los acontecimientos en Túnez y Libia como “hechos aislados y propiamente internos”, no los hace exento de culpas. La ignorancia debe ser tipificada como delito para el opinador de oficio y sin oficio. Estos olvidan que el capitalismo hoy atraviesa por una de sus crisis más agudas que haya experimentado en su corta historia. Una crisis estructural, o mejor dicho sistémica -como muchos prefieren llamarla-, que necesariamente, y sin quererlo, promueve las rebeliones populares en la periferia capitalista –en el eslabón más débil de la cadena, como decía Lenin- que también se expresa en la pérdida de su hegemonía mundial. El imperialismo busca reimplantar su agobiada hegemonía y para ello se vale de todo.    

Los últimos sucesos acaecidos en Túnez y Libia también guardan realidades muy diferentes, pero en el fondo comparten mucho más que fronteras y un mismo pueblo. Aunque la estupidez de algunas mentes tarifadas pretenda magnificar las diferencias que caracterizan las realidades de ambos pueblos, el conflicto que actualmente los envuelve a ambos tiene un denominador común: el imperialismo en decadencia.  


De Túnez rebelde

Es arto conocido que el valiente pueblo de Túnez logró en pocos días destronar a una de las más corruptas y sanguinarias tiranías apoyadas por Occidente. El déspota, Zein El Abdine Ben Ali, quien había mantenido al pueblo tunecino subyugado por más de 23 años en la más cruel dictadura, luego del golpe militar organizado por este contra el líder nacionalista Habib Bourguiba, no pudo resistir a la rebeldía de su pueblo. El robo de los fondos públicos por los familiares y allegados del dictador, la tortura y desapariciones de los disidentes políticos, la cruel represión y el hambre han sido los males que han tenido que soportar el pueblo tunecino por muchos años.  

La chispa que prendió la pradera, o más bien, los bastos olivos del desierto y las montañas de Túnez fue el sacrificio de un joven profesional desempleado, de nombre Mohamed Abouzizi, quien ante su impotencia al ver como le era decomisada toda su mercancía de hortalizas que disponía en el mercado popular, decidió prenderse fuego, y sin saberlo, con su sacrificio incendiaba, también, los corazones de la juventud árabe tunecina y de las juventudes  otros países de la región. El mártir Abouzizi no fue un fundamentalista chiflado que llegó al sacrificio por un problema individual, no, él sabía que la mayor parte de su pueblo padecía de sus mismos problemas, que muchos jóvenes profesionales, como el, no pueden siquiera imaginar encontrar en el mercado laborar capitalista un trabajo digno. Mohamed Abouazizi se inmoló creyendo que lograría levantar a su pueblo, pero nunca imaginó en vida que su muerte lograría deponer a Ben Ali y trascender sus fronteras.

Túnez es un país de cerca de 10 millones de habitantes pero casi completamente dependiente del turismo. El poeta sirio Nizar Kabbani, entre otros, la llamó “Túnez Al Ahdar” (Túnez la verde) en medio del desierto. El pueblo tunecino ser caracteriza por su nobleza y espíritu de trabajo. Cada pedazo de tierra en ese país, incluso hasta el desierto, es aprovechado para la siembra de olivares y otros alimentos y frutas. A pesar de ello, la pobreza en Túnez es inmensa. El corrupto dictador Ben Ali se había entregado al neoliberalismo. Las condiciones subjetivas y objetivas que despertaron la rebeldía revolucionaria del pueblo tunecino, y de allí a gran parte del mundo árabe, se dieron. Sólo hacia falta la chispa del mártir Abouzizi. El día 17 de Diciembre de 2010 se conjugaron todas ellas para que el pueblo tunecino tomara el cielo por asalto.

La rebelión revolucionaria tunecina que acabo por destronar al infame dictador Zein El Abdine Ben Ali, el día 14 de Enero de 2011, ha pretendido ser secuestrada por el viejo y cadente “liderazgo” del zombi mal oliente y aun andante del hoy ilegal partido de Ben Ali (Reagrupación Constitucional Democrática) y por la cúpula militar históricamente ligada al dictador que dirige la actual junta de transición. Las revueltas en la capital tunecina no han parado un sólo día en producirse. Sobre todo en los barrios más pobres de la capital y en las aldeas más pobres del resto del país. Son los pobres, el proletariado (desempleado) los hacedores de la revolución en el mundo; quienes no tienen nada que perder, sino, más bien, mucho que ganar.
  
El día de mi llegada a Túnez, 6 de mayo de 2011, la Av. Bourguiba era nuevamente escenario de una gran movilización de jóvenes revolucionarios que exigían a la junta de transición profundizar la revolución. Los jóvenes tunecinos en pie velan por que se cumplan las promesas hechas por la actual dirigencia transitoria del país.

Un día antes de mi arribo a la capital rebelde de Túnez, la destitución de uno de sus nuevos  ministros había reavivado las revueltas en ese país. El ahora exministro Farhat Rahji había denunciado “la existencia de un gobierno en la sombra que le habría impedido depurar el aparato policial y nombrar delegados provinciales sin vínculos con el partido del dictador y que finalmente habría impuesto su destitución. También declaró que se estaba preparando un golpe de estado militar” [1]. La denuncia publicada por Rahji en su muro de Facebook, sobre el supuesto complot que estarían fraguando algunos militares de la junta de transición para detener la revolución, fue suficiente para que la junta de gobierno lo destituyera. Desde entonces las fuerzas policiales yacen apostadas en campamentos en toda esa Av., y cercando algunos barrios pobres de la capital. La indignación de los jóvenes rebeldes por la destitución del ministro fue reprimida con gases y golpes por las fuerzas policiales tunecinas.  

El día 7 de mayo la junta de transición anunciaba un Estado de sitio o Toque de queda después de las 9:00PM. El pueblo pobre tunecino de los barrios capitalinos desconoció el decreto de la junta. Las protestas se extendieron toda la noche de ese día y parte de la madrugada del día siguiente. Cuando un pueblo ha perdido el miedo no existe fuerza ni dictador sanguinario en el mundo que pueda detenerlo.

La revolución de Túnez no fue prevista ni menos deseada por el imperialismo y sus títeres canallas de Europa. El dictador Ben Ali era el más apreciado de todos los tirano-saurios árabes por Occidente. Pero ese país, aunque no representa un importante atractivo económico para los intereses del gran capital monopólico; aunque Túnez no cuenta con importantes reservas petroleras y minerales -solo turístico-, más si lo representa en lo político. Al imperialismo le interesa detener esa y todas las revoluciones que se despiertan en el mundo árabe. Y es así porque tal como los revolucionarios tunecinos influyeron en la rebeldía de muchos pueblos hermanos (Egipto, Yemen, Bahrem, Marruecos, entre otros), la profundización y consolidación de su revolución podría influir mayormente en el despertar de otros pueblos en el mundo, incluyendo al propio pueblo europeo. 

El problema que enfrenta la revolución tunecina es la falta de una dirección verdaderamente revolucionaria y con aceptación popular. Hasta el día de hoy la izquierda tunecina carece de liderazgo político, se encuentra dispersa y no logra organizarse para asumir la inaplazable tarea de la unión bajo un mismo programa político. 23 años de dictadura persecución y muerte afectaron profundamente a la izquierda tunecina. Muchos de sus cuadros políticos más destacados fueron desaparecidos o asesinados.

Mi rápido recorrido por Túnez tuvo que terminar el día 8 de mayo. De Túnez rebelde partimos vía terrestre a Libia resistente.   


Libia resistente y confusa

Mientras que el pueblo tunecino se planta firme en rebeldía contra los oportunistas que hoy pretenden arrebatarle su revolución inconclusa, y que plantean “cambiarlo todo sin que cambie nada”, al otro lado de la frontera, el pueblo libio enfrenta la agresión de las fuerzas militares imperialistas y mercenarias más dura y sanguinaria de toda su historia.

Sin lugar a dudas, aunque parezca incorrecto en el planteamiento inicial, ambos procesos o conflictos, el de Túnez y Libia, conservan similitudes incuestionables y grandes diferencias también. Pues, son 2 pueblos hermanos que comparte una ilusoria frontera común, con estrechas relaciones históricas, culturales y económicas, árabes ambos, y que afrontan los mismos embates del capitalismo en crisis, con la particularidad de que el pueblo Libio lo enfrenta de forma más directa y sin tapujos. El imperialismo busca apoderarse del petróleo libio ante la crisis energética que su modelo consumista le genera. Libia posee importantes reservas de petróleo calculada en más de 46,2 MMMBls. [2] pero también importantes reservas de agua fósil almacenadas en la región sur del país. La ubicación geográfica en el mediterráneo y frente a Europa convierte a este último en su mercado natural.    

Decíamos que también las diferencias entre ambos procesos que se viven en Túnez y Libia son grandes. Mientras que en Túnez se vive una rebelión genuinamente popular y desarmada, donde su pueblo ha levantado legítimas banderas que exigen reivindicaciones sociales-laborales y reformas políticas. En Libia los alzados se levantaron en armas desde un principio y sus exigencias sólo se circunscriben a lo político. Los líderes “rebeldes” libios exigen la caída del régimen y muerte de Gaddafi, para ello levantan la bandera de la monarquía y glorifican su alianza con Occidente. Desde los inicios del alzamiento en Libia, los voceros de los alzados no han manifestado una sola crítica al orden social-económico del gobierno libio. Pues las condiciones objetivas que si estaban presentes en Túnez: de pobreza o falta de servicios públicos, no lo están en este país. Libia fue recientemente alabada por un informe de la ONU que dice poseer el índice de desarrollo humano más alto de toda el África.  

Los alzados libios tampoco han manifestado posiciones políticas de carácter nacionalistas, sino, más bien, lo contrario. Lo que es peor aun, varios de los voceros de a junta de transición o Consejo Nacional Libio (CNL, tal como se hace llamar su agrupación) son reconocidos neoliberales que históricamente han apostado a una mayor apertura con Occidente y que venían trabajado junto Saif Al Islam, hijo mayor de Mohamar al Gaddafi, bajo esas políticas. En los últimos años Libia había accedido a las exigencias del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial de liberalización y desregularización del Estado para ser aceptado por Europa en su juego. Pero cayó en la trampa.

El golpe contra el gobierno libio ya se venía gestando con mucha antelación, tal como lo recoge y analiza Michel Shossudovsky* en su artículo titulado: “La operación Libia y la batalla por el petróleo: nuevo trazado del mapa de África”. En su interesante escrito que argumenta con mapas y datos interesantes Shossudovsky  recoge las palabras de palabras del ex Comandante en Jefe de la OTAN General Wesley Clark cuando dice:

“En noviembre de 2001, en el Pentágono, uno de los oficiales de alto rango del estado mayor del ejército tuvo tiempo para charlar. ‘Sí, todavía seguimos con los planes contra Iraq’, dijo. Pero había más. ‘Eso se discutió como parte de una campaña para cinco años’, dijo, y había ‘un total de siete países en la agenda: se empezaría con Iraq, después Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán’…” (Wesley Clark, “Winning Modern Wars”, página 130).

El imperialismo ha utilizado las olas de revoluciones que se experimentan en toda la región para llevar adelante su plan neo-colonizador contra Libia y toda la región.

Es difícil reconocer la frontera entre un país y otro por su geografía. Las fronteras son abstractas e ilusorias, construidas por las mentes y en las mentes de los hombres. Son ellas, en realidad, las fronteras de los capitales en contradicción protegidos por sus Entados-nacionales (fuerzas militares) para dominar y someter a los proletarios bajo su lógica explotadora. A las fronteras entre países las distinguen las banderas dispuestas en ambos lado de una línea invisible de los puntos de control; sus hombres uniformados, que muchas veces usan trajes de colores diferentes, pero muy pocas veces sus lenguas son diferentes. Este no es el caso de la frontera entre Túnez y Libia formada en el año 1916 por el tratado Sykes-Picot, cuando las tierras árabes fueron repartidas entre los imperios triunfantes de la Primera Guerra Mundial (Italia, Reino Unido y Francia) por la derrota del imperio Otomano. Sólo las banderas y el uniforme de los militares dispuestos en ambos lados de la frontera entre Túnez y Libia distinguen ambos territorios. Pero hoy se le agrega otro factor, también la tensión del pueblo libio, producto de la agresión extranjera (la OTAN) y la guerra civil que padece Libia, permiten que cualquiera distinga esos límites. El ambiente de tensión que se vive en Libia impacta rápidamente al visitante. Aunque su pueblo parece ya acostumbrase a ella.

Nuestro recorrido hasta la capital, Trípoli, tuvo necesariamente que atravesar por dos pueblos libios, Alzawiya y Zuara, que fueron objetos de la propaganda mediática internacional por los enfrentamientos registrados entre las milicias anti-gaddafi –mal denominadas revolucionarias- y las fuerzas leales al gobierno libio. Las metrallas en las pareces y la destrucción de muchas viviendas dispuestas en el casco central de esos poblados nos mostraron la terrible situación por la que está padeciendo ese pueblo que sigue adelante, intentando hacer su vida normal, a pesar del desastre. La calma reina en Alzawiya y Zuara, pero las huellas han dejado su nefasta marca.  

A pesar de los constantes bombardeos de la OTAN y de la sangre derramada entre hermanos libios. A pesar de la traición patria de algunos por la sumisión de estos a los intereses de los capitales foráneos, el gobierno libio se ha plantado en resistencia, y cuenta indiscutiblemente con el apoyo de parte importante de su población, particularmente en la capital, Trípoli.

El gobierno libio ha mantenido una posición de apertura al dialogo nacional para intentar resolver las diferencias internas sin la intervención extranjera. En procura de ello, actualmente desarrolla una política dirigida al empoderamiento y protagonismo político del liderazgo medio representado en los jefes tribales a fin de allanar los caminos al dialogo nacional bajo tres ejes fundamentales: detener el derramamiento de sangre entre hermanos libios, integridad territorial de Libia y modo de afrontar la intervención extranjera. Entre los días 5 y 6 del presente mes de mayo fue celebrado en la capital de Libia, Trípoli, el Congreso Nacional de las Tribus libias para convocar al dialogo, la amnistía, así como también para reflexionar sobre una serie de reformas políticas necesarias a fin de alcanzar un acuerdo de paz en el país. La cúpula rebelde con sede en Benghazi ha rechazado todos los llamamientos.

El día de ayer, martes 10 de mayo de 2011, una representación de los jefes tribales realizó en la ciudad capital Libia una rueda de prensa con la presencia de distintas agencias de noticias internacionales radicadas en el país, a fin de exponer los avances de los acuerdos políticos alcanzados en sus varias reuniones, liberar a más de 150 rebeldes presos.
  
Mientras el gobierno libio prosigue en sus esfuerzos internos de pacificación, los aviones de la OTAN no cesan de sobrevolar Trípoli, destruir su infraestructura y asesinar al pueblo libio, en franca violación a las resoluciones del Consejo de Seguridad (resoluciones Nº 1970 y 1973, que, valga recordar, no estipulan la destrucción de la infraestructura civil ni el asesinato de Gaddafi y sus familiares). En los últimos días los bombardeos sobre Trípoli se han intensificado. Los más resientes bombardeos de la OTAN han afectado fundamentalmente la infraestructura civil de la capital Trípoli. Hospitales, escuelas para niños especiales, oficinas gubernamentales y de organismos internacionales, cedes diplomáticas acreditadas en ese país han sido destruidas o afectados. En la madrugada de hoy, así como desde el comienzo de las operaciones militares de la OTAN, los fuertes sonidos generados por los constantes vuelos de los aviones de guerra sobre la capital Libia pretenden intimidar y mantener en zozobra a la población. Esto parece repetir las acciones de terror psicológicos contra la población civil londinense y moscovita emprendida por la fuerza aérea nazi, en los momentos de la 2da Guerra Mundial.   

El desastre que experimenta el pueblo libio tiende a agravarse en el tiempo. Largas colas de vehículos colman las estaciones de dispendios de combustibles. Estos, así como los alimentos y productos de primera necesidad comienzan a escasear para todos los libios. La crisis humanitaria ya toca a las puertas del pueblo libio.

Mientras prosiguen y se intensifican los ataques de la OTAN sobre la población Libia y su infraestructura civil. Mientras los muertos y los heridos civiles y militares la ilegal agresión extrajera sigue creciendo en números. Más muertos colman las morgues y más heridos ingresan a los atiborrados hospitales del Estado. La posición de muchos de los intelectuales de izquierda respecto al conflicto libio deja mucho que pensar. Ha sido pésima y confusa.

Algunos intelectuales de “izquierda” -es ejemplo el francés Ignacio Ramonet**- parecen avalar y refrendar con sus posturas la agresión criminal e ilegal de la OTAN contra el pueblo libio. Es de reconocer que, desde mucho tiempo atrás, varios intelectuales, partidos políticos de izquierda y movimientos revolucionarios han venido planteando fuertes crítica contra el gobierno de Gaddafi, recriminándolo por su alianza mortal con el gran capital y sus posturas “siempre cambiantes”. No podemos ser ciegos y anteponer la crítica o la denuncia a la figura de Gaddafi –que en muchos casos compartimos- a la agresión extranjera que dirige el imperialismo norteamericano y el sionismo internacional a través de la OTAN. Exigir detener la agresión criminal extranjera contra la población civil de Libia, no necesariamente significa defender a Gaddafi. El silencio de muchos también da créditos a la OTAN.

El conflicto interno en Libia no se resuelve con la eliminación física de Gaddafi, la disolución de su gobierno y el cambio de gobernantes, o con enjuiciarlo por los errores del pasado y del presente. El pueblo libio debe resolver sus problemas internos de forma soberana.  

Nadie podría ser tan ciego como para no entrever que los países de la OTAN pretenden apoderarse de las riquezas petroleras de Libia. No es momento de la crítica a Gaddafi sino de exigir el uso de los mecanismos diplomáticos para la paz en Libia. Las propuestas de paz hechas por la Unión Africana y los países del ALBA deben ser tomadas por la izquierda en el mundo. Una parte importante del pueblo libio apoya a su gobierno y está dispuesto a morir defendiéndolo. Al imperialismo no le conviene la paz en el mundo árabe. Mientras la izquierda se dedica a criticar, siguen muriendo más inocentes en este país y Libia es destrozada como Irak.

El juego está trancado para el imperialismo en Libia. Los mercenarios de Benghazi no pueden terminar el trabajo que les fue encomendado por sus amos del norte. Sólo la muerte de Mohamar Al Gaddafi podría destrabar el juego. En esto último se esmera, por ello intensifican el cobarde ataque aéreo sobre la población civil sin importar las victimas que ello podría acarrear, pues los muertos seguirán siendo son para los medios mentirosos transnacionales “daños colaterales”. Total, el fin de la misión de la OTAN es “defender a la población civil Libia de los bombardeos de Gaddafi”. Pero de los bombardeos de la OTAN nadie los defiende.   

Hasta aquí, por ahora, mis primeras impresiones sobre el conflicto que atraviesan ambos países.



Referencias:




[2] Según dato de Oil and Gas Journal, 2011