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lunes, 2 de julio de 2012

Egipto entre dos males

Por. Basem Tajeldine
Centro de Saberes Africanos

La segunda vuelta electoral que dio como resultado la incuestionable victoria del candidato de la Hermandad Musulmana (HM) en Egipto, Mohamed Mursi, con apenas una leve ventaja por sobre su contendor Ahmad Shafiq, este último favorable al Consejo Militar (CM), ha provocado un dilema que muchos consideran podría provocar una “guerra civil”  o un “combate sangriento” como lo predice el analista George Shamaán publicado por la Web rebelión.org. Lo cierto es que la HM ha venido conquistado importantes espacios de poder, incluso desde los tiempos en que hacían gobierno con Hosni Mubarak, y hoy toman el máximo cargo de poder del Estado con Mursi con reconocido apoyo de EE.UU. La HM fue siempre una organización al servicio de Occidente y las petromonarquías del Golfo, creada por estos para destruir a todos los movimientos Panarabistas, socialistas y antimperialistas que germinaron en los tiempos del “despertar de los pueblos árabe”.

Si bien el CM fue responsable del Golpe de Estado que arrebató el poder a Mubarak en febrero del 2011, aquella fue una maniobra política, oportunista, apoyada también por EE.UU., y que buscaba evitar, a como diera lugar, que las fuerzas revolucionarias populares despertadas en Plaza Tahrir  influyeran a elementos nasseristas dentro de las fuerzas armadas egipcias para emprender una genuina revolución. La HM, así como lo hizo en los tiempos de Mubarak, traicionará a los egipcios, pactará con el CM y respetará los acuerdos de Camp David. No existen grandes diferencias entre los HM y el CM. Ambas agrupaciones reaccionarias carecen de un proyecto económico-social nacional, y luchan entre ellos por erigirse como fieles representantes de los capitales mundiales en ese país.  

Jovenes egipcios en Plaza Tahrir

La rebelión popular egipcia que culminó con la caída del dictador Hosni Mubarak en febrero de 2011, pero cuyo antecedente inmediato fueron las protestas egipcias de 2008 iniciadas en las fábricas de ese país, tuvo su razón y asiento en las banderas y luchas reivindicativas obreras, contra la explotación y la corrupción que desangró y concentró las riquezas del pueblo egipcio en las capas burguesas y reaccionarias que habían gobernado Egipto desde la traición de Sadat-Mubarak a Gamal Abdel Nasser. Los jóvenes de plaza Tahrir que derramaron su sangre soñando por una verdadera revolución social en su país hoy se sienten traicionados y frustrados en sus aspiraciones. La revolución egipcia espera.


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