Por. Basem
Tajeldine
No son sólo los países más pequeños de la Unión
Europea (UE), los malintencionadamente llamados “PIGS” (“cerdos” en ingles,
término despectivo usado por los más poderosos para referirse a los países
económicamente más pequeños como: Portugal, Irlanda, Grecia y España) quienes
manifiestan los síntomas de una enfermedad terminal. Hoy los países
considerados más “sólidos” y sostén del Euro, quienes decían tener las defensas
altas para enfrentar cualquier enfermedad se descalabran ante la presencia del
virus.
Alemania, sostén de la UE y
paladín del “libre mercado”, también llamada “La locomotora de la UE”, se ha
visto obligada –por las amenazas- en tomar medidas “nacionalistas” para
respaldar la moneda y tratar de evitar o protegerse ante el ya previsible por
muchos “colapso económico”, incluso vaticinado por sus malabaristas defensores.
La crisis europea ya está pasando factura a Alemania. La primera economía de
Europa creció sólo 0,7% en 2012. El ministro de Hacienda, Philipp Rösler,
anunció las malas nuevas previsiones económicas para el año 2013, para el que
el Gobierno espera un crecimiento del 0,4% y no del 1% que auguraba hace unos
meses [1]. Esto explica la inquietud del gobierno alemán
presidido por Angela Merkel quien tiene mucho más que perder si se mantiene
inmóvil ante la debacle económica anunciada. La medida adoptada por Berlín
fue nacionalizar parte de sus reservas en calculadas en más de 3396
toneladas de oro de las cuales 1.500 toneladas en Nueva York, 800
repartidas entre Londres y París [2].
Las malas nuevas más recientemente nos dice que
también la otrora “poderosa” economía francesa ha entrado en recesión [3]. Según un estudio realizado
por el Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE) de
Francia, el Producto Interno Bruto (PIB) de ese país presenta “una dinámica
negativa del 0,2%” en su primer trimestre. Muchos economistas no dudan en
señalar que "la producción total está en punto muerto" y que cada día
más se restringe el mercado europeo asolado por los altos niveles de desempleo
(más del 27% de desempleo en España y Grecia, y cerca del 12% en Francia: La
media de paro entre los jóvenes del conjunto de Europa se sitúa en el 25% [4]) además de los recortes salariales.
Hasta hace pocos días todos los
titulares de los grandes medios de difusión occidentales se referían a las malas nuevas de Chipre y
Eslovenia, este último un pequeño país miembro de la UE, de apenas poco más de
2 millones de habitantes, cuyo gobierno se propone privatizar alrededor de 15
empresas estatales y realizar una serie de recortes en los gastos sociales y la
flexibilización laboral para “atraer inversión”, lo que se traduciría en
aumentar los niveles de plusvalía (mayor explotación de la clase trabajadora).
El antídoto para la crisis
capitalista sugerido por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Central Europeo (BCE) a todos los países de Unión Europea siguen siendo las
medidas recetas neoliberales que varios países latinoamericanos aplicaron en el
pasado y que terminaron con la caída de varios gobiernos de la región. En
Europa estas medida han terminado por destruir al otrora aplaudido y
vanagloriado “Estado de bienestar social europeo”, y por ende, la capacidad
adquisitiva de las clases medias de ese continente.
Desde el actual gobierno del
Partido Popular (PP) presidido por Mariano Rajoy y sus predecesores
socialdemócratas del PSOE en España, pasando por los socialdemócratas alemanes,
el Partido Socialista de Grecia y el Partido Socialdemócrata de Portugal, el
Partido Democrático de Italia, hasta los socialistas franceses, todos,
coinciden en que las políticas de recortes deben ser aplicadas para “salvar” a
la UE, aunque manifiestan ciertas diferencias en el estilo y dosis.
¿Implementará las mismas recetas
restrictivas el seudo-socialista francés Francois Hollande luego de haberse
oficializado las malas noticias económicas?
El alto grado de desarrollo de
las fuerzas productivas en Europa, así como también en los Estados Unidos (EE.UU.),
ha provocado el colapso o crisis económica que muy tempranamente Carlos Marx advirtió
estaría motivada esta por la superproducción de mercancías, la imposibilidad de
realizarse en el consumo, unida a la tasa decreciente de ganancia del capital.
Muchos marxistas refieren el
hecho de que el sistema capitalista europeo se ha topado con los límites
naturales dentro y fuera de sus propias fronteras, y en su competencia frente a
la mundialización del capital, se enfrentan a las nuevas delimitaciones que les
imponen los emergentes bloques económicos, particularmente, los países del
bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y las barreras naturales
de los Estados Nación que buscan proteger sus economías domesticas.
Las fuertes contradicciones y las
luchas que libran los bloques de poderes mundiales por el control de los
recursos naturales y los atractivos mercados de la periferia capitalista
tienden a intensificarse cada día más. Los Estados Unidos y sus aliados
europeos luchan mancomunadamente por mantener el control hegemónico de los más
importantes mercados mundiales frente a los nuevos competidores que ya han
pisado algo más que sus talones y vienen con fuerza motivados por sus
impresionantes crecimientos económicos constantes (PIB), por la crisis
estructural que enfrentan los viejos centros capitalistas y el abandono de la
periferia capitalista.
Europa y China se debaten por los mercados Latinoamericanos
La lucha por el control de las
materias primas y los atractivos mercados de la periferia capitalistas nunca
han estado tan presentes en el orden del día.
La emergencia de nuevos bloques
de económicos de poderes mundiales tales como la UE, la Asociación de las
Naciones del Sudeste Asiático (ANSA), la Comunidad Económica Euroasiática
(CEEA), la Comunidad Económica Africana (CEA), BRICS, MERCOSUR y el ALBA, entre
otros; frente a la recesión y decadencia que experimentan los centros
capitalistas que impone los límites naturales mismos del sistema, han generado
un cambio importante en el panorama mundial y terminado por desmontar las
falsas ideas “progresista”, “democratizadora” y de “paz” que prometía el
sistema.
Los límites impuestos por el alto
grado de desarrollo de las fuerzas productivas en los EE.UU. y en la UE, el
desbalance comercial entre estos y los llamados Países Emergentes (los
agrupados en el grupo BRICS, pero fundamentalmente frente a China), así como
las ingentes necesidades de materias primas requeridas por todos los países,
así como también la disposición geopolítica convierte a África y Latinoamérica en
blancos fundamentales de los intereses transnacionales y riega sobre estos una “lluvia
de capitales”.
La ansiada estabilidad del
sistema capitalista exige al centro capitalista mundial distribuir mejor los
papeles económicos de cada país en el juego mundial. Desde siempre a la periferia
capitalista le han impuesto el papel de simples productores de materias primas
y de consumidores de las mercancías producidas en los centros capitalistas
mundiales.
Muy recientemente La Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha hecho público un informe
que habla sobre la importante lluvia de capitales provenientes de Europa y
China hacia los mercados de Latinoamérica y el Caribe, destacando que se trata
de un “cifra récord de inversiones extranjeras directas en 2012”. De acuerdo
con el documento, la inversión extranjera directa sumó el año pasado un total
de 173.361 millones de dólares, es decir, un 6,7% más que en 2011 [3].
Según la CEPAL, las crecientes
inversiones extranjeras en la región “se soportan en el sostenido crecimiento
económico de la región”, pero también “en los altos precios de las materias
primas y la elevada rentabilidad de las inversiones asociadas a la explotación
de recursos naturales". El mismo informe resalta que Brasil continúa
figurando como el principal país receptor de inversiones foráneas, y los
aumentos más importantes se registraron en Chile, que recibió 30.323 millones
de dólares, mientras que, Perú registró un monto de 12.240 millones de dólares.
De acuerdo con la CEPAL, las
empresas transnacionales están presentes en casi todos los sectores de la
economía y generan utilidades elevadas en un contexto de aumento de la
demanda interna y altos precios de los productos primarios de
exportación. El organismo comunicó que las compañías multinacionales
obtuvieron más de 113.000 millones de dólares en 2011 en los países
latinoamericanos y del Caribe. La comisión detalla en el informe que esas
utilidades, denominadas rentas de Inversión Extranjera Directa (IED), se envían
en proporción superior al 55% a las casas matrices de las transnacionales [4].
El informe de la CEPAL realiza un
estudio minucioso y profundiza un poco sobre en el destino mismo de las
inversiones en la región, que van dirigidas fundamentalmente a la extracción de
materias primas y a la banca crediticia importadora, agregando poco o nada a la
transferencia tecnológica y al verdadero desarrollo de la región. Según la
Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, "Los resultados
obtenidos en materia de inversión extranjera directa dan cuenta del buen
momento que atraviesa la economía de América Latina. Sin embargo, no vemos
indicios muy claros de un aporte relevante de la IED a la generación de nuevos
sectores o a la creación de actividades de alto contenido tecnológico,
considerando que uno de los principales desafíos que enfrenta la región es un
cambio en su estructura productiva" [3].
El alto grado de desarrollo de las
fuerzas productivas en la UE, la tasa decreciente de ganancia del capital en
las economías avanzadas, así como los límites naturales que impone el propio
sistema hace imposible que nuevas inversiones de capital se lleven acabo en sus
propios países de manera que les permita a estos enfrentar la recesión y los
altos índices de desempleo que registran.
La lógica acumulativa del capital
explica que este mismo se vea forzado en la necesidad de emigrar a los llamados
mercados (países) emergentes en Latinoamérica y África que disponen de
importantes reservorios en materias primas, pero no precisamente para el
desarrollo de sus fuerzas productivas sino para la intensificación de la
explotación de sus materias primas y como mercados atractivos para el consumo
de los bienes producidos en los centros capitalistas.
Queda de parte de los gobiernos de
los países emergente cambiar su destino manifiesto.
Es la hora de China
Luego del llamado proceso de
“apertura” en China y su entrada al juego económico mundial a mediados de los
años 70, el “socialismo de mercado” chino –término empleado por la dirigencia del
Partido Comunista de China (PCCh) para definir su modelo económico- ha venido
experimentado un crecimiento económico constante que en los últimos años ha logrado
la proeza de plantarse como el más fuerte competidor económico de EE.UU. al
punto de terminar por desplazar a la primera potencia mundial en varios
mercados mundiales y provocar “un cambio radical en el equilibrio de poder que
se produce en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial” [5]
China se ha convertido en el país
comercial más importante del mundo en razón su volumen de exportaciones e
importaciones, desplazando así completamente a EE.UU. y a sus aliados europeos.
Datos públicos reflejan que mientras la suma de las importaciones y exportaciones
de EE.UU. ascendió el año pasado a 3,82 billones de dólares, según informó el
Departamento de Comercio de ese país, la administración de aduanas de China
informó que el comercio total de su país alcanzó los 3,87 billones de dólares.
Asimismo, China tuvo un superávit de 231.100 millones de dólares en el comercio
anual, mientras que, EE.UU. acumuló un déficit de 727.900 millones de dólares,
según la Agencia Bloomberg [6].
En la actualidad muchos analistas económicos coinciden en que la República Popular China se está convirtiendo en el socio comercial más importante para países europeos como Alemania (locomotora y sustento de la UE), y para algunos países Latinoamericanos.
China registra una tasa de
crecimiento anual por encima de 2 dígitos. Según recientes datos suministrados
por varias fuentes, la tasa de crecimiento anual de China se ubicó por encima
del 10 % desde 1999, y sólo en el año 2012
bajó a 7,8%.
Es muy conocido que el gigante asiático posee las mayores reservas mundiales de moneda extranjera. Las reservas internacionales de China alcanzaron el pasado año 3,3 billones de dólares, el doble de la reserva global del oro, según los datos de la Agencia Bloomberg [7]. Se estima que China también posee una de las más grades reservas mundiales de oro. Algunas fuentes la calculan en alrededor de 4.000 toneladas, cifra muy superior a las 1.054 que otras fuentes afirmaban poseía hasta el año 2008 [8], sólo comparadas a las de Alemania [9].
El gigante asiático es también
uno de los mayores consumidores de energía del mundo. La industrialización
china requiere cada día de más energía. Muchos estudiosos afirman que China cuenta
con el mayor mercado mundial de automóviles por se ve en la necesidad de requerir
más energía para sustentar su modelo de consumo y así como también para
mantener sus niveles de crecimiento económico.
China se ha convertido en el
socio comercial clave no sólo en Europa y África sino también en Latinoamérica.
Diversas fuentes afirman que
China ha encontrado un mercado alternativo al africano (el más
importante hasta hoy) y ha incrementado sus alianzas comerciales especialmente
con Brasil, Perú, Venezuela y Chile. La diplomacia china ha abierto sus brazos
a Latinoamérica y ha fortalecido
sus alianzas comerciales con varios países de la región que hoy toman distancia
de EE.UU.
Según los últimos estudios
económicos de la región, el informe de la CEPAL entre ellos, “el análisis de
los mercados latinoamericanos muestra su tendencia hacia las economías
asiáticas, sobre todo a la de China. El país aporta el 40 % de todas las
inversiones que recibe América Latina, que se ha convertido en su principal
destino fuera de Asia para las inversiones directas. Su Gobierno tiene especial
interés en las explotaciones de cobre de Chile y Perú, de hierro y acero de
Brasil y Perú, de gas y petróleo de Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú y
Venezuela, de estaño de Bolivia y de níquel de Cuba” [10].
La política de contención impuesta
por occidente contra el gigante asiático ha sido completamente abolida en la
actualidad. China se ha convertido en el principal actor económico mundial e
indiscutible principal contendor de EE.UU. El trato privilegiado que brindan las inversiones del gigante chino a
todos los países; la diversificación de inversiones para beneficio mutuo; su
política de no intromisión en los asuntos políticos internos en los países
donde dirige sus inversiones y de respeto a sus soberanías, etc. hacen de las
inversiones China un atractivo mucho mayor y sin comparación.
Fuentes:
[5]